Obesidad infantil. Cómo prevenirla
La obesidad infantil sigue, preocupantemente, en aumento. En los países desarrollados se considera como el tipo de malnutrición más frecuente que afecta a la infancia. Pero, ¿por qué se produce esto?
En el desarrollo de la obesidad intervienen factores genéticos pero también medioambientales.
Evidentemente, un hijo de padres obesos tiene más posibilidades de ser obeso, pero no sólo es una cuestión de genes: probablemente, unos padres obesos, sigan patrones de alimentación poco saludables y, lógicamente, los niños también, ya que los niños comerán los mismos alimentos que sus padres.
Existen una serie de factores predisponentes al desarrollo de la obesidad infantil, entre ellos están:
– Factores genéticos: Un niño, hijo de un progenitor obeso, tiene un riesgo cuatro veces mayor de ser obeso. Si los dos progenitores son obesos, el riesgo es ocho veces mayor.

– Existe mayor riesgo de obesidad infantil entre las familias pertenecientes a un nivel socioeconómico medio-alto.
– Los hijos únicos, hijos de familias monoparentales y los hermanos pequeños, tienen mayor riesgo de obesidad.
– Factores educacionales: Familias con hábitos nutricionales poco saludables, con predilección por alimentos ricos en grasas y azúcares y que cocinan abusando de las frituras y precocinados tienen mayor riesgo.
– Sedentarismo: Niños que pasan muchas horas sentados ante el televisor o la videoconsola y practican poco deporte también tienen un riesgo mayor. Igualmente, padres poco amantes del deporte o de practicar actividades al aire libre influyen negativamente en el riesgo de obesidad de sus hijos.
Como se puede ver, no se trata de algo simple. Influyen muchos factores, y, si bien sobre la genética no podemos actuar, si podemos actuar sobre el resto.
Cómo prevenir la obesidad infantil:
– Fundamentalmente, actuando sobre la educación.
– Acostumbrar al niño a comer todo tipo de alimentos para que se habitúe desde pequeño a comer frutas, verduras, legumbres…
– Preparar principalmente los alimentos con poca grasa y mejor a la plancha, al horno y al vapor que fritos.
– Preparar desayunos y meriendas saludables y variadas que le eviten tentaciones de picar entre horas.
– Limitar el consumo exagerado de chucherías y comida basura (limitar, no evitar, ya que a los niños este tipo de alimentos les encantan y si se los prohibimos podemos conseguir un efecto no deseado)

– Limitar el consumo de refrescos azucarados. Mejor acostumbrarles a comer con agua o con zumos de fruta naturales.
– Limitar el número de horas que pasan ante el televisor o con los videojuegos.
– Fomentar la práctica de algún deporte.
– Organizar actividades divertidas para hacer en familia los fines de semana (un partido de futbol familiar, una excursión por el campo a pié o en bici…)
– Y sobre todo, no olvidemos “predicar con el ejemplo”: Si nosotros como padres, no nos alimentamos bien, será imposible que nuestros hijos lo hagan.
Para profundizar más en el tema, te aconsejo el artículo: Desayunos para niños